Emilio de Paz, Santiago Lancha y Daniel Iborra forman la cabeza visible de Alcachofa Soft. Este trío toledano, al que tantas veces hemos visto detrás de distintas adaptaciones de Mortadelo y Filemón, ha publicado este noviembre la que podría haber sido la aventura gráfica más esperada del 2008, al mismo tiempo que se trata de su proyecto más ambicioso hasta la fecha. Umberto Eco, con El Nombre de la Rosa, inspiró la archifamosa La Abadía del Crimen y la unión de ambas obras gestó en el corazón del equipo la inquietud por volver a dar vida, con su particular visión, al clásico monacal.

Finalmente, la obra que ha supuesto tantos años de trabajo logra ver la luz en su tierra natal. Sin embargo, esto no habría sido posible si para ello no se hubieran cruzado nuestras fronteras y salido a buscar fuera el apoyo económico que no se encuentra en las empresas patrias del sector. La alemana Crimson Cow aceptó el reto de financiar el proyecto y hoy podemos encontrar The Abbey en las tiendas de toda España que, de mano de Friendware, nos llega en una versión mejorada y exclusiva. Tales añadidos pasan por algunas modificaciones que afectan a su jugabilidad y multitud de material relacionado con el making-off de la obra.

El telón de fondo lo ponen el clásico de Opera Soft y la obra del novelista italiano y, sin contarnos la misma historia, aquellos que hayan leído la novela, o en su defecto visto la adaptación cinematográfica, sabrán reconocer a primera vista tanto los personajes como los acontecimientos que tengan lugar durante todo el juego. Todo un homenaje a las fuentes de inspiración que sirvieron a Alcachofa Soft para dar vida a su Leonardo de Toledo, nuestro alter ego en esta historia.

El vídeo introductorio nos muestra la llegada de Leonardo de Toledo y su novicio Bruno a la abadía de Nuestra Señora de la Natividad. El motivo del largo viaje es el ingreso en la orden del que más tarde se convertirá en pesada carga para Leonardo. Bruno, el joven novicio, ha sido puesto bajo la potestad de Fray Leonardo a petición de su padre, el Conde de Capanegra, para que éste se encargue de su educación. Nada hacía sospechar a Leonardo que su llegada a la vieja abadía fuese de todo menos tranquila. Tras sufrir ambos un intento de asesinato por parte de una sospechosa sombra poco antes de alcanzar su destino, el recibimiento termina por empañar el ingreso del pequeño; Fray Anselmo, el hasta entonces portero, acaba de fallecer. Pero lo que no pasaría por nada más que un desafortunado accidente se acaba convirtiendo en rumores que hablan de la presencia del maligno entre los resistentes muros de la abadía. Será el abad en persona quien, deseoso de acallar los molestos rumores y a sabiendas de la reputación de Fray Leonardo, le encomiende la tarea de investigar la pérdida del malogrado portero.

A los que conocen la obra de los toledanos no les sorprenderá que para este título también se haya optado por un dibujo estilo cartoon que, a diferencia de un estilo más realista, se presta mejor a gags y algún elemento cómico por parte de los personajes. Lejos de pretender alcanzar altas cotas de realismo o de llegar a términos preciosistas, los escenarios aquí dibujados a mano y utilizando colores planos, y los monjes modelados en 3D logran el objetivo de dar vida a las interioridades de la antigua abadía. Ambos elementos han sido integrados perfectamente sin producirse el tan indeseado efecto que hace que los personajes parezcan flotar en lugar de andar, y si bien son apreciables los consabidos dientes de sierra, éstos no llegan a desmerecer el trabajo del equipo gráfico.

Si en algo se nota el buen hacer de los grafistas es en los escenarios por los que se mueven nuestros frailes; el interior de todos los edificios está muy bien ilustrado y consigue que experimentemos la sensación de caminar por una antigua abadía. A ello se suma la resolución utilizada, 1280x1024, que permite apreciar fácilmente todos y cada uno de los objetos utilizado por los hermanos. Aún así, las localizaciones hacen gala de una extrema vacuidad, y solamente podremos interactuar con aquellos objetos que sirvan a nuestra investigación y muy poco más. También echamos en falta un cierto grado de mayor de dinamismo en los escenarios; a pesar de algunas chimeneas y volutas de humo, Nuestra Señora de la Natividad parece carecer por completo de vida y estar sumida en la más absoluta quietud.

Es de destacar el buen uso que se hace de las sombras, no solo para aquellas proyectadas por el fuego sino también en las que representan la transición entre el día y la noche, que pasando por el ocaso es digna de admirar.

Para terminar de dar cuerpo al conjunto monacal, la caracterización de cada personaje se merece el adjetivo de correcta y cumple con su función siempre, claro está, con ese toque cartoon que caricaturiza al personaje restando seriedad a la historia. Todos ellos son capaces de mostrarnos sus sentimientos por medio de las trabajadas expresiones faciales, las cuales aun siendo un elemento muy bien conseguido resultan excesivamente rígidas, amén de la palpable falta de sincronización labial.

En muchas ocasiones desearíamos que se hubiera abandonado el excesivo uso de este estilo caricaturesco y se definiese correctamente el tono serio y de misterio que una investigación medieval se merece, ya que la aventura se queda a medio camino de sumergirnos en una auténtica investigación del siglo XIV.

Las secuencias cinematográficas, por contra, se quedan a unos cuantos pasos del detalle mostrado en los escenarios, pues aun viéndose en la misma resolución hacen decaer el nivel gráfico de la aventura debido a su evidente necesidad de definición. Además,parece que no se ha terminado de decidir claramente cuándo utilizar secuencias de vídeo y cuándo hacer uso del propio motor gráfico del juego, provocando desconcierto en el jugador.

El punto fuerte del juego sin duda alguna. El ambicioso doblaje y la inmersiva y muy bien acompasada banda sonora convierten el jugar a The Abbey en una auténtica experiencia.

La banda sonora compuesta por el propio Emilio de Paz e interpretada por la Orquesta Sinfónica de Praga y Coro no cesa en ningún momento y acompaña al jugador a lo largo de toda la investigación dando vida a la eclesiástica rutina de la abadía. Su tempo y la selección de cada tema musical son los idóneos para crear la ambientación que se merece cada situación, obteniendo como resultado un hilo musical agradable de escuchar y que no hace sino acompañar nuestra labor intelectual, sin resultar en ningún momento una molestia. El único fallo que a nuestro parecer presenta es la ausencia de la misma en la vista del mapa.

A la altura de aquélla se sitúa el ambicioso doblaje, también dirigido por de Paz. Completamente en nuestro idioma, en no pocas ocasiones hemos deseado un doblaje como el que este título nos presenta, y es que el trabajo realizado por el equipo de actores es digno de mención, especialmente el de aquellos que dan vida a los personajes secundarios. A todos y cada uno de los monjes de la abadía les ha sido asignada una voz que se ajusta perfectamente a su aspecto físico, y en toda situación han dotado al texto de la entonación y ritmo necesarios para que la escena no pierda fuerza. Sin embargo, esto no ocurre así con las voces protagonistas, Fray Leonardo y su novicio Bruno: la voz del segundo no pasa de ser más que un molesto pitido cada vez que abre la boca y Ramón Langa, en algunas ocasiones muy bien centrado en su papel, no termina de darle a Leonardo el tono que se merece un investigador que ha ejercido como consejero en la corte del emperador. Más aún cuando su interpretación se mantiene uniforme no en calidad sino en ritmo, y no sabe adaptarse a la escena, actuando igual en momentos de tranquilidad que de estrés; algo nada creíble.

En contrapunto con la calidad de la banda sonora y la buena localización auditiva se sitúan los efectos de sonido, que son realmente escasos y pasan totalmente desapercibidos.

En resumen, un trabajo del que muchas compañías habrían de tomar ejemplo, y no quedarse en un acabado suficiente que más tarde convierta la experiencia de juego en un deambular monótono por no haber sido capaz de dedicar los recursos necesarios.

Nuestra búsqueda se divide en cuatro actos bien diferenciados que, partiendo de un buen inicio en que la inmersión del jugador se consigue de manera plena, evoluciona de un modo un tanto desequilibrado pues, si el desarrollo de la trama mantiene el ritmo de manera impecable, los últimos instantes no figuran entre las cualidades de la historia. El flojo final convierte la insistencia de Leonardo por entrar en la biblioteca en poco menos que una anécdota. Amén de que se comete el error de que el personaje protagonista no informa al jugador de todo lo que conoce y al final hace su actuación en la que, cual Sherlock Holmes, da fe de todo lo que ha deducido, sin nosotros saberlo.

La investigación logra mantener la atención del jugador gracias a los interesantes y bien hilados diálogos, tarea principal en esta aventura. Todos los monjes tienen algo que aportar y proporcionan la información justa y lógica dependiendo de con quién entablemos conversación y en qué punto se encuentre nuestro trabajo. Incluso el molesto Bruno, que no parará de hacer comentarios a destiempo, nos será de utilidad en más de una ocasión, siempre que Leonardo no pierda la paciencia y nos deleite con ácidos comentarios sobre el nuevo Joselito del monasterio. Y es que, aunque la historia intenta mantener un tono serio de acuerdo a la naturaleza de su argumento, no logra conseguirlo debido a la irritante aportación del pequeño y las réplicas de su maestro.

Dar con la respuesta a las preguntas que rodean la muerte del hermano Anselmo no será tarea fácil para Leonardo. Para ello tiene a su servicio el profundo bolsillo de su hábito, las notas que va tomando de la investigación —siempre conveniente leerlas pues en más de una ocasión nos ayudarán a encontrar la solución a un atolladero— y el incesante interrogatorio a sus cofrades. The Abbey despliega aroma a clásico por todos sus costados, a saber: un sencillo y cómodo point&click en tercera persona, diálogos a base de elección de respuestas y un inventario repleto de objetos.

Echar un vistazo a ese diario de investigación y al inventario serán dos tareas imprescindibles a la hora de retomar la aventura. A este último se accede llevando el cursor a la parte superior de la pantalla. En ese momento, y con una pequeña animación a modo de transición, se desplaza la ventana, que se cerrará con un movimiento similar al llevar el cursor a la parte inferior. Como podéis suponer, estas dos transiciones cada vez que queremos entrar en nuestro inventario quedan muy bien la primera vez. Más adelante se vuelve un incordio por su extrema lentitud y pesadez, uniéndose a ello que no es posible probar la combinación de un objeto del inventario con más de un punto del escenario; en cada intento el objeto seleccionado vuelve a su lugar en nuestro bolsillo.

No faltan descripciones ni de objetos ni personajes. Alcachofa Soft se ha cuidado de crear una detallada descripción de todo aquéllo que podamos coger o usar en la abadía, así como de cada uno de los monjes con que convivamos. Algo que se vuelve esencial en este título, pues nos proporcionarán información útil.

Nuestros movimientos por la abadía se ven facilitados por la presencia de un mapa que hará más llevaderos los desplazamientos hasta edificios alejados, tan necesario para evitar que el jugador pierda el interés en continuar la exploración de los escenarios y el mero hecho de que jugar se convierta en un auténtico aburrimiento.

En nuestra búsqueda, y a diferencia de ediciones extranjeras, todos los puzzles o recovecos por los que deambula la historia se basan en el uso o análisis de nuestro inventario. En The Abbey todo responde a la lógica. En cualquier momento basta con analizar bien la situación, los objetos recogidos y los desperdigados por la abadía para encontrar la solución a nuestros problemas. Ni combinaciones ilógicas o sorprendentes. La mayor dificultad en este sentido viene por encontrar los puntos calientes, cosa nada fácil con algunos de ellos, ya que a pesar de que los objetos se distinguen bien algunos puntos están demasiado cercanos.

El esfuerzo por hacer que todos los puzzles se resuelvan haciendo lo que sería normal quizá ha afectado demasiado a la tónica general de la dificultad de la aventura que es poco menos que media, tirando a baja. Aquí los atascos vienen por no caer en la cuenta de los objetos disponibles, y no por intentar combinaciones salidas de alguna malévola mente. Si buscas un gran reto que te haga estar días dándole vueltas a los puzzles, mejor piensa en otro título, porque en éste no vas a encontrar ni un gran desafío ni más de unas pocas tardes de juego. Piensa en The Abbey cuando quieras pasar un muy buen rato, pero no exprimir a fondo tus neuronas.

Podríamos considerar a The Abbey como una aventura gráfica original en cuanto a la historia que nos cuenta, si no fuera por todo lo que tiene detrás. El hecho de haber sido parida a partir la obra de Paco Menéndez y Juan Delcán elimina todo atisbo de originalidad. Quizá haciendo uso de los mismos elementos aquí utilizados pero llevados a un guión totalmente original el experimento habría salido mejor de lo que hemos visto aquí, donde toda la historia en conjunto desprende la sensación de que todo nos es más que familiar.

Durante todo el juego la historia está bien llevada y sostenida, claro que todo el trabajo de base lo dio Umberto Eco en 1980, pero no termina de encontrar entidad propia que defina su carácter, y las más que entretenidas horas de juego que nos aporta se ven minusvaloradas por el flojo final, que echa por tierra la labor del jugador y el tiempo invertido en llegar hasta ahí. Un enfoque diferente en este sentido podría haber hecho que todo el conjunto adquiriera una mayor robustez. Unas pocas horas más de guión —parece que la duración es la tarea pendiente de la aventura gráfica en los últimos años— habrían ayudado a un mejor y profundo desarrollo de éste.

Absolutamente recomendable para novatos y, sin duda para veteranos. Aquéllos encontrarán aquí una interesante propuesta mientras que los segundos hallarán un producto que proporciona altas dosis de entretenimiento. No obstante, auguramos que resultaría extraño que dentro de unos cuantos años alguien eche la vista atrás y recuerde esta notable aventura gráfica, no ya como uno de los grandes clásicos sino con ese cariño que nace cuando algo ha calado hondo en nosotros. A pesar de su indudable calidad, parece destinada a ser un título que difícilmente perdurará en nuestra memoria.

Escrito por Althor

Publicado el 04 de diciembre de 2008

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